Carlos Escobar Araya, Ingeniero Agrónomo, Magíster en Ciencias Vegetales y Coordinador del Área Agropecuaria y Veterinaria del Convenio UPA-UTEM plantea la siguiente reflexión.
Los conflictos bélicos en el mundo, como el que estamos viviendo en la actualidad entre Rusia y Ucrania, dan cuenta de una serie de consecuencias muy negativas para los habitantes de los países involucrados directamente. Conflicto, en el que de una u otra forma todos son perjudicados, y, en definitiva, “nadie gana”, derivando en una importante crisis humanitaria y económica de la que el resto de los países del planeta no estamos ajenos.
En la misma línea, surgen una serie de condicionantes que podrían poner en riesgo la seguridad alimentaria no solo de los países en guerra, sino que también repercutir negativamente sobre otros países a nivel mundial, por esto, resulta pertinente analizar los antecedentes en lo que respecta a los recursos necesarios para la producción de alimentos y la forma de distribución hacia las personas.
En este sentido, cabe destacar que tanto Rusia como Ucrania son grandes productores de trigo en el mundo, con Rusia ocupando el primer lugar en exportación y Ucrania el cuarto en relevancia.
A modo de ejemplo, en países como el Líbano, el 80% del trigo anual que utiliza proviene de Ucrania, mientras que, para Túnez, el 60% del trigo proviene directamente desde Rusia y Ucrania. Por lo que un bloqueo de los principales puertos de salida del trigo desde estos países podría implicar una ostensible disminución de los volúmenes exportados del cereal, y el subsecuente incremento del precio del pan y posible desabastecimiento del producto en distintas zonas geográficas.
¿Cómo se ve afectado el consumidor de trigo en Chile?
Al observar la realidad local, en Chile, el trigo corresponde al cultivo anual de mayor importancia en términos de volumen, superficie y valor económico de la producción. Sin embargo, la producción nacional no es capaz de satisfacer la demanda interna.
Es así como la demanda anual de trigo para producir pan alcanza los 2,3 millones de toneladas, de las cuales el país produce cerca del 50%, mientras que el resto, es importado en su mayoría desde tres países: Argentina (57%), Canadá (23%) y USA (20%).
Es relevante recordar que, dentro de la dieta de un ciudadano chileno, el consumo de trigo bordea los 140 kilogramos por persona al año, y cuyo aporte nutritivo representa alrededor de 40% de las proteínas y 36% de la energía consumida diariamente. Además, hay que destacar que el consumo anual de pan por persona en Chile alcanza aproximadamente los 88 kilogramos, situándonos como uno de los países con mayor consumo per cápita a nivel mundial. En este escenario, una menor oferta de trigo en los mercados internacionales ha provocado un rápido incremento del precio en las últimas semanas, lo que, acompañado al aumento del precio de los combustibles, continuará empujando un alza en el precio del pan en nuestro país, lo que puede generar impacto sostenido sobre el IPC, y, en definitiva, un aumento del costo de vida para las personas.
¿Qué implicancias podrían tener los cambios en disponibilidad y precio de los fertilizantes para Chile?
Otra arista del conflicto bélico tiene relación con su impacto sobre la disponibilidad y precio de los fertilizantes en los mercados internacionales, toda vez que, estos últimos, representan un insumo relevante para el logro de óptimos niveles de rendimiento de los cultivos.
Lo anterior, bajo la consideración de que Rusia es uno de los más importantes productores de fertilizantes, cuya producción representa el 13% en el mundo, con una cifra cercana a los 50 millones de toneladas por año. Es así como, las sanciones económicas impuestas desde occidente pueden generar un efecto cascada sobre la disponibilidad y el precio al que se transa este importante insumo, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de millones de personas en el planeta.
En consecuencia, una menor disponibilidad en los mercados internacionales genera un aumento en el precio de los fertilizantes, provocando mayor costo de producción para los agricultores, y potencialmente, de no poder disponer de la cantidad necesaria, podría disminuir el rendimiento por hectárea.
De esta manera, un aumento de los costos de producción de los agricultores, acompañado de potenciales menores rendimientos por hectárea, por una parte, generan riesgo sobre la sustentabilidad financiera del negocio agrícola, especialmente aquel perteneciente a la Agricultura Familiar Campesina, y por otra, impulsa un incremento del precio de los alimentos, siendo las más perjudicadas aquellas familias de menores ingresos.
¿Cuáles son los desafíos de la agricultura chilena para hacer frente a escenarios como este?
En primer término, hay que indicar que la economía de Chile participa activamente de un mundo globalizado, condición que ha traído consigo muchos beneficios desde un punto de vista económico-social, sin embargo, cuando ocurre alguna perturbación en los mercados internacionales, producto de diversas causas como las sequías, inundaciones, o bien, como en este caso, una guerra, queda en evidencia el nivel de fragilidad que tenemos en pos de otorgar seguridad alimentaria a la población.
En segundo término, diversos autores plantean la relevancia de avanzar en una “soberanía alimentaria”, lo que implica enfatizar sobre la seguridad alimentaria, tomando como base la necesidad de potenciar los sistemas productivos locales, regionales y nacionales de producción de alimentos de origen agropecuario.
Finalmente, en virtud de los antecedentes, el desarrollo del sector Agropecuario es clave para la seguridad alimentaria interna, dando cuenta de su importancia como área estratégica para el país. En este sentido, cabe destacar que, en el periodo de pandemia, la actividad agrícola en Chile fue declarada “actividad esencial”, por lo que no se han generado problemas relevantes de abastecimiento, de esta manera, es importante asegurar un mínimo de producción local para afrontar futuras crisis y disminuir el nivel de dependencia de mercados externos abocados a suplir la demanda interna en productos claves, tales como cereales y leguminosas, los que pueden verse afectados por situaciones tan lamentables como la Guerra de Rusia-Ucrania.